21 de agosto de 2010

EL DESARROLLO

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 21 de agosto de 2010.

Uno de los grandes retos del estado de Oaxaca, como del país en general, es encontrar un modelo de desarrollo que mejore sustancialmente los actuales niveles de bienestar, porque no son los óptimos, ni los deseables. Esto se puede observar claramente en la descripción estadística de los índices de marginación, de desarrollo humano y los demás elementos proporcionados por los censos, los informes de las dependencias gubernamentales y las encuestas levantadas por las propias oficinas gubernamentales. Sin embargo, las explicaciones han dado pie a las múltiples consideraciones que he descrito en mis últimos artículos sabatinos.

Su revisión nos conduce a concluir que el concepto “desarrollo” es un sustantivo, para describir procesos y no metas a alcanzar. La confusión ha llevado a adjetivarlo, enredando su comprensión y distorsionando sus alcances. Entendido como proceso, es evidente la necesidad de la participación social para concretar sus expectativas; en ese proceso participativo, los actores sociales, en tanto entes individuales, pueden convertirse, a su vez, en sujetos sociales, cuando logran capitalizar, en su propio beneficio, sus experiencias, sus conocimientos y sus habilidades. Se convierten, de actores sociales a sujetos sociales, mediante la organización y la participación consciente e integrada. Para algunos autores, como Violeta Ruiz, este proceso implica el paso de un ejercicio de ciudadanía subsidiada a la ciudadanía emancipada, que supone priorizar la igualdad y participación política. Implica sujetos activos, con decisión propia, distantes de la recepción pasiva del asistencialismo vigente en las políticas públicas actuales.

En general, los cuatro conceptos que he explicado en mis artículos pasados, tienen dos niveles de análisis que intentan conducir a un mismo fin. Las visiones del desarrollo sustentable y humano parten de niveles analíticos generales y remarcan los aspectos genéricos de todo el proceso, mientras la perspectiva regional y la local, priorizan el ámbito territorial como método para impulsar el desarrollo, en el sentido propuesto por Javier Delgadillo del territorio como elemento integrador de agentes, mercados y políticas públicas, al mismo tiempo de ser el objetivo del desarrollo económico deseado; así, el territorio da soporte a la vida colectiva en todas sus expresiones. Ambos niveles buscan mejores condiciones para el desempeño de las actividades y las condiciones de vida humana.

Sin embargo, a pesar de haber desechado manifiestamente al crecimiento económico como meta para alcanzar mejores condiciones de vida, en la práctica, las cuatro corrientes se basan en la búsqueda de mejores condiciones de producción, de mejorar la economía, mediante el incremento del Producto Interno Bruto, como plataforma para un mundo mejor. Así, la economía sigue siendo la base de todo el discurso sobre el desarrollo, olvidando que es el ser humano y sus relaciones sociales el centro, el motor y el fin último de toda actividad humana, incluyendo el proceso de desarrollo.

Al poner los indicadores económicos en el centro de la atención, desvían el foco del proceso de desarrollo de su objetivo central: las personas y las condiciones adecuadas para que vivan con bienestar. En esa desviación, se ha identificado al desarrollo con la tecnología o con la estadística del Producto Interno Bruto y, en el peor de los casos, se ha caído en la confusión de que unos pocos ricos son la justificación suficiente para cantar las loas a un modelo claramente equivocado, como lo es el económico seguido por los últimos gobiernos mexicanos —y oaxaqueños—, con su colofón de políticas públicas asistenciales, como Oportunidades, Vivir mejor o el Procampo, entre otros, que reparten las migajas del banquete de los grandes empresarios beneficiados por el régimen.

En realidad, el proceso de desarrollo debía ser un círculo virtuoso, cuyo origen es el ser humano, se impulsa por las mejores condiciones de vida y concluye en él; por eso, debe estar basado en las relaciones sociales que los integrantes de una sociedad determinada crean y les sirve como marco para crear las condiciones materiales y culturales para vivir, reproducirse, recrearse y gobernarse.

Todo lo producido: ciencia, arte, tecnología, estructuras administrativas y políticas, cultura, religión, estructuras sociales y económicas, dinero y riqueza social, son producto del trabajo humano y las relaciones sociales que se producen en el interactuar humano. Por eso, es la relación social, la forma como se organiza la sociedad, la base que explica y sobre la que se organizan y crean los conglomerados humanos, y debía ser el basamento y la plataforma de cualquier proceso que se quiera detonar, entre ellos, el proceso de desarrollo. Partir de otros supuestos, sólo ha llevado al círculo vicioso del subdesarrollo o, lo que es lo mismo, al perverso circuito de la pobreza, la miseria y la marginación social, como lo viven muchos oaxaqueños todos los días.