FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 14 de agosto de 2010.
Según Katalyn Kolosy, hay dos perspectivas diferentes acerca del desarrollo local: la primera responde a una visión centralizada, que otorga el protagonismo a las administraciones locales y las empresas privadas, la segunda, centra sus esfuerzos en una concepción solidaria y descentralizada del desarrollo local y considera a la sociedad civil y a las organizaciones del tercer sector, como los principales actores del proceso.
La concepción centralizada del desarrollo local.
Cuando en la década de los ochenta, el modelo económico keynesiano mostró sus limitaciones, se plantearon dos posibles soluciones. La primera asumió las propuestas del control de la inflación, la estabilidad de la moneda y la reducción del déficit público a través del control salarial, la desregulación de los mercados, el impulso de la competitividad y la contención del gasto público; limitaba al mínimo la intervención del Estado y presentaba al mercado como el árbitro de la vida económica y de la sociedad en general. La macroeconomía era el centro y todo lo relativo al ámbito local, a pesar de ser el lugar de aplicación de estos acuerdos, quedaba fuera del contexto. Como es sabido, los resultados no fueron los esperados y comenzaron a surgir voces para reclamar acciones complementarias de la actuación macroeconómica.
En respuesta, aparecieron las iniciativas de desarrollo local, buscando integrar las economías locales con los mercados internacionales, mediante el principio de competencia. En ese esquema, los territorios compiten entre sí para estar presentes en el panorama central económico y asumen, como únicos criterios en la gestión de sus recursos, la competencia y calidad, enmarcando la propuesta del desarrollo local a la medida del modelo global neoliberal. Ahí, las estrategias de desarrollo local se debaten entre el reconocimiento de la importancia de lo cualitativo y sostenible y la necesidad de hacer el territorio más competitivo y atractivo para la inversión, mediante el impulso de los mecanismos de creación y difusión de innovaciones: centros de investigación, centros de calidad, cámaras y redes de empresarios, a la vez que se le da prioridad a lo empresarial, sobre los restantes agentes sociales con posibilidades de lograr el desarrollo territorial. En el caso mexicano, el mejor ejemplo de esta propuesta lo presentó el gobierno de Vicente Fox, con el programa Microrregiones.
El desarrollo local descentralizado y solidario.
En oposición a la idea de una economía de competencia, ganancia acendrada y egoísmo social, se plantea la visión de la economía social y solidaria, impulsada por un gran número de movimientos sociales, con el denominador común de hacer efectiva su vocación de transformación social, a través de relaciones sociales de solidaridad en las actividades económicas.
Esta nueva forma de entender el desarrollo local se basa en la idea de que cuando se emprende una iniciativa empresarial, junto al objetivo de creación de riqueza deben sumarse otros, en el mismo plano de igualdad, como la promoción del territorio, el desarrollo comunitario, la articulación de la cohesión social y el mantenimiento de los capitales vinculados al ser humano: social, cultural y humano. Desde esta perspectiva, el desarrollo local encuentra todo su sentido en el ámbito comunitario. Su objetivo no es generar recursos para transferirlos de un territorio a otro, de una nación a otra o de una firma nacional a una matriz corporativa remota, sino facilitar el nacimiento y consolidación de proyectos locales con carácter creativo y redistributivo, buscando asegurar la sustentabilidad de la vida.
Esta idea fue la asumida en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo sostenible, en Río de Janeiro en 1992, concretada en el Programa 21. Para asegurar que el desarrollo no depende sólo de expertos, líderes o mandatarios políticos, sino incluye a todos, la Cumbre de Río hace referencia explícita a la necesaria inclusión en estos procesos de colectivos tradicionalmente marginados, entre otros: 1. Otorgamiento de poder a las mujeres mediante su plena participación en los procesos de adopción de decisiones. 2. Respeto de la integridad cultural y de los derechos de las poblaciones indígenas y sus comunidades. 3 Promoción o creación de mecanismos populares para que las comunidades puedan compartir su experiencia y sus conocimientos. 4 Aumento de la participación de las comunidades en la gestión sostenible y la protección de los recursos naturales locales para aumentar su capacidad productiva. 5. Creación de una red de centros de aprendizaje comunitarios para aumentar la capacidad pertinente y promover el desarrollo sostenible.
Este modelo alternativo reclama la activa participación de todos los ciudadanos en la definición de las políticas locales. Apuesta por la democracia participativa, donde la ciudadanía se corresponsabiliza de la planificación, la gestión y la evaluación de las estrategias adoptadas para el desarrollo de su entorno más próximo. Así, el desarrollo local tiende a ser un proceso participativo donde todos los actores de un territorio establecen vínculos recíprocos y se auto-organizan para generar dinámicas productivas cuya rentabilidad sea integral.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 14 de agosto de 2010.
Según Katalyn Kolosy, hay dos perspectivas diferentes acerca del desarrollo local: la primera responde a una visión centralizada, que otorga el protagonismo a las administraciones locales y las empresas privadas, la segunda, centra sus esfuerzos en una concepción solidaria y descentralizada del desarrollo local y considera a la sociedad civil y a las organizaciones del tercer sector, como los principales actores del proceso.
La concepción centralizada del desarrollo local.
Cuando en la década de los ochenta, el modelo económico keynesiano mostró sus limitaciones, se plantearon dos posibles soluciones. La primera asumió las propuestas del control de la inflación, la estabilidad de la moneda y la reducción del déficit público a través del control salarial, la desregulación de los mercados, el impulso de la competitividad y la contención del gasto público; limitaba al mínimo la intervención del Estado y presentaba al mercado como el árbitro de la vida económica y de la sociedad en general. La macroeconomía era el centro y todo lo relativo al ámbito local, a pesar de ser el lugar de aplicación de estos acuerdos, quedaba fuera del contexto. Como es sabido, los resultados no fueron los esperados y comenzaron a surgir voces para reclamar acciones complementarias de la actuación macroeconómica.
En respuesta, aparecieron las iniciativas de desarrollo local, buscando integrar las economías locales con los mercados internacionales, mediante el principio de competencia. En ese esquema, los territorios compiten entre sí para estar presentes en el panorama central económico y asumen, como únicos criterios en la gestión de sus recursos, la competencia y calidad, enmarcando la propuesta del desarrollo local a la medida del modelo global neoliberal. Ahí, las estrategias de desarrollo local se debaten entre el reconocimiento de la importancia de lo cualitativo y sostenible y la necesidad de hacer el territorio más competitivo y atractivo para la inversión, mediante el impulso de los mecanismos de creación y difusión de innovaciones: centros de investigación, centros de calidad, cámaras y redes de empresarios, a la vez que se le da prioridad a lo empresarial, sobre los restantes agentes sociales con posibilidades de lograr el desarrollo territorial. En el caso mexicano, el mejor ejemplo de esta propuesta lo presentó el gobierno de Vicente Fox, con el programa Microrregiones.
El desarrollo local descentralizado y solidario.
En oposición a la idea de una economía de competencia, ganancia acendrada y egoísmo social, se plantea la visión de la economía social y solidaria, impulsada por un gran número de movimientos sociales, con el denominador común de hacer efectiva su vocación de transformación social, a través de relaciones sociales de solidaridad en las actividades económicas.
Esta nueva forma de entender el desarrollo local se basa en la idea de que cuando se emprende una iniciativa empresarial, junto al objetivo de creación de riqueza deben sumarse otros, en el mismo plano de igualdad, como la promoción del territorio, el desarrollo comunitario, la articulación de la cohesión social y el mantenimiento de los capitales vinculados al ser humano: social, cultural y humano. Desde esta perspectiva, el desarrollo local encuentra todo su sentido en el ámbito comunitario. Su objetivo no es generar recursos para transferirlos de un territorio a otro, de una nación a otra o de una firma nacional a una matriz corporativa remota, sino facilitar el nacimiento y consolidación de proyectos locales con carácter creativo y redistributivo, buscando asegurar la sustentabilidad de la vida.
Esta idea fue la asumida en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo sostenible, en Río de Janeiro en 1992, concretada en el Programa 21. Para asegurar que el desarrollo no depende sólo de expertos, líderes o mandatarios políticos, sino incluye a todos, la Cumbre de Río hace referencia explícita a la necesaria inclusión en estos procesos de colectivos tradicionalmente marginados, entre otros: 1. Otorgamiento de poder a las mujeres mediante su plena participación en los procesos de adopción de decisiones. 2. Respeto de la integridad cultural y de los derechos de las poblaciones indígenas y sus comunidades. 3 Promoción o creación de mecanismos populares para que las comunidades puedan compartir su experiencia y sus conocimientos. 4 Aumento de la participación de las comunidades en la gestión sostenible y la protección de los recursos naturales locales para aumentar su capacidad productiva. 5. Creación de una red de centros de aprendizaje comunitarios para aumentar la capacidad pertinente y promover el desarrollo sostenible.
Este modelo alternativo reclama la activa participación de todos los ciudadanos en la definición de las políticas locales. Apuesta por la democracia participativa, donde la ciudadanía se corresponsabiliza de la planificación, la gestión y la evaluación de las estrategias adoptadas para el desarrollo de su entorno más próximo. Así, el desarrollo local tiende a ser un proceso participativo donde todos los actores de un territorio establecen vínculos recíprocos y se auto-organizan para generar dinámicas productivas cuya rentabilidad sea integral.