2 de agosto de 2010

LOCALIDAD Y DESARROLLO

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 31 de julio de 2010.

La Agenda 21, que asumió la Organización de las Naciones Unidas, tiene su base en la consideración de lo local como foco del desarrollo. El espacio local es la condensación de la espacialidad y la territorialidad propuesta por la regionalización y donde se originan las relaciones y posibilidades de la región. Es el punto más pequeño de lo regional, pero también de cualquier propuesta de desarrollo. Por eso, cualquier alternativa de desarrollo debe tomarlo como punto de partida, por ser el escenario más concreto de la realidad social.

Si bien la cercanía física y la relación constante propicia el debate, la tensión y los conflictos, inevitables y necesarios, también abre la posibilidad de ampliar el ejercicio de la negociación y el consenso. Así, el municipio se constituye en un campo sociopolítico de deliberación y resolución de intereses y conflictos que surgen desde el contexto local, porque en función del gobierno municipal y de los recursos económicos, los actores políticos y sociales crean expectativas y esperanzas de beneficio, que pueden producir enfrentamientos entre los actores de los proyectos de desarrollo local, pero también imaginativas propuestas de avance y concreción, algunas de alcance municipal y otras comunal o barrial.

Por la concreción, lo local es el escenario de los conflictos, pero también es el espacio propicio para la generación de otras formas de organización y para la participación del conjunto de la ciudadanía en la economía, la política, la sociedad y la cultura. Por eso, lo cotidiano, lo real de cada lugar, cada municipio, cada localidad, es el verdadero punto de partida para avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo.

La proximidad física en el ámbito de lo local dificulta a las personas ampararse en una ficticia neutralidad y evitar el compromiso. Asumir las propias verdades, defender las posiciones personales cara a cara, comprometerse a cumplir lo ofrecido y hacerlo, son las virtudes de la cercanía y la relación continua. La compleja red de interacciones en lo local, es decir, la comunicación y solidaridad ejercida en el entorno más próximo, es el eje central de la fuerza que impulsa el verdadero desarrollo. Constituye la base de la cultura popular que identifica a cada pueblo y que le permite fortalecer su autosuficiencia y autoestima. Para las personas, el ámbito local es, potencialmente, un lugar de invención, una fuente generadora de la información necesaria para la vida cotidiana, un marco físico en el que soñar un futuro; es un espacio para la transformación y se conecta con lo territorial en la construcción de sociedades más justas y equitativas.

Sin embargo, la autosuficiencia de las comunidades no debe confundirse con el aislamiento o el localismo. Por el contrario, el ámbito local adquiere su verdadera dimensión como parte de un espacio más amplio, con el cual las personas pueden establecer interrelaciones que refuerzan los lazos con su propio marco local. Por eso, es el espacio privilegiado para generar respuestas específicas al proceso global, a partir de la acción de las personas. El trabajo en el ámbito local requiere tejer múltiples relaciones con las escalas más amplias: la región, la nación y el mundo. Las experiencias locales se inscriben en un contexto más amplio y adquieren dimensión política a través de la generación de propuestas alternativas, para potenciar la dimensión comunitaria sobre la individual y fragmentaria.

El reto actual de las autoridades locales, tanto las municipales como de las agencias municipales y colonias, es moverse en un entorno donde las tensiones son inevitables, a partir de un mercado global con reglas definidas de actuación y una realidad local con pretensiones de alcanzar las mayores cotas posibles de autosuficiencia y de bienestar. En ese proceso, lo local deja de ser una entidad cerrada y, de forma creciente, experimenta los impactos de la economía global.