FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 28 de agosto de 2010.
Una de las características más reiteradas de la política del desarrollo del país ha sido el marcado, persistente y reiterado impulso a la empresa privada, como única vía para el crecimiento económico. Sólo han obtenido más miseria y más marginación, pero eso sí, muy pocos ricos, pero excesivamente ricos.
Durante el siglo pasado, cuando predominaron los gobiernos legitimados en la Revolución Mexicana, una primera etapa de abierto apoyo a la empresa privada se observa de 1940 a 1970. Con Manuel Ávila Camacho (1940-1946) se reorganizó Nacional Financiera para apoyar el proceso de industrialización y se revitalizó el aparato productivo del Estado, para favorecer a la iniciativa privada del país. La misma política siguió Miguel Alemán, cuando el gobierno impulsó a las empresas privadas, tanto nacionales como extranjeras. Con Adolfo Ruiz Cortines, si bien se restringió al máximo el gasto público por los problemas inflacionarios, se mantuvo la línea para favorecer a la iniciativa privada, sin tener objetivos claros y específicos, salvo la acumulación privada de capital.
Si bien el periodo de 1940 a 1970 se caracterizó por altos porcentajes de crecimiento del Producto Interno Bruto, no se mejoró la calidad de vida de la población. Por ejemplo, de 1940 a 1946, la economía se incrementó en un 9.7% anual, durante la gestión de Ruiz Cortines fue de 10% y en la Adolfo López Mateos de 11.7%; sin embargo, en 1970 vivían en condiciones de pobreza extrema el 39.2% de la población del país y el 23.3% en la pobreza. En contraste, para ese mismo año, el Banco de México informaba que sólo el 20% de las familias con mayores ingresos concentraban el 56% del ingreso nacional y 10 años después concentraban el 60%. Con estos datos, se puede afirmar la falacia del supuesto del crecimiento sostenido como garante del crecimiento armonioso entre las regiones del país y para beneficio de las mayorías, pues, desde entonces, hay una tendencia a la concentración del ingreso en el país.
Una segunda etapa del proyecto de desarrollo económico del país se observa en el periodo 1970-1995, cuando, si bien se crearon empresas públicas, fueron para apalancar los proyectos privados. En los sexenios de los presidentes Echeverría y José López Portillo se buscó redefinir la política de desarrollo del país, incrementando el número de industrias paraestatales. Se produjo un proceso de crecimiento monopólico estatal, pero también se auspició la creación de empresas privadas. Durante el gobierno de López Portillo, el descubrimiento de nuevos yacimientos petroleros, el incremento de la plataforma de extracción y el aumento del precio del petróleo en el mercado internacional, permitieron impulsar una política de creciente endeudamiento, para acelerar la industrialización del país.
Hoy, es claro que el gobierno buscaba impulsar la industrialización del país y un crecimiento sostenido para mejorar los índices de crecimiento económico, pero no para resolver los problemas sociales antiguos y los generados por ese proceso. Por eso, precisamente, fue en esa época de crisis económica, cuando se inauguró la política de los topes salariales, fijados a partir de incrementos inferiores a las tasas de inflación; así comenzó, también, el largo y profundo deterioro de los salarios reales, situación que prevalece hasta el día de hoy. Los topes salariales significaron márgenes de ganancia empresariales en ascenso, incrementados también por una política cambiaria de mini deslizamiento, sobrevaluando la moneda y favoreciendo el abaratamiento de los bienes de consumo.
En la práctica, no hubo una política real de desarrollo social, como demagógicamente se planteaba en el Plan Global de Desarrollo lopezportillista; por el contrario, se buscaba la industrialización, el crecimiento económico, pro con el incremento de las tasas de ganancias empresariales. Los resultados obtenidos fueron una elevada inflación, el aumento de la deuda externa, el desempleo y la agudización de la concentración del ingreso. Al finalizar el sexenio, junto con América Latina, México entró en “la década perdida” en materia económica, registrando tasas negativas de crecimiento (-4. 2% en 1983, -3.8% en 1986), la fuga de capitales por la devaluación del peso, la caída de los precios petroleros y la disminución del turismo por la recesión en Estados Unidos.
La respuesta fue la receta neoliberal de todos los gobiernos posteriores, incluyendo el actual. Nadie pensó que las recetas provocaban la enfermedad de la pobreza y la miseria. Nadie volvió los ojos hacia las estructuras sociales, solidarias y de reciprocidad, que realmente podían salvar la situación.