FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 1 de junio de 2009.
En diciembre pasado, el presidente de la asociación civil “Educación de Calidad”, Alberto Ayala, denunció que, desde el inicio de clases, los profesores de la Sección 22 se ausentaron de las aulas un total de 33 días. (Tiempo, 04/12/2008) No es difícil de imaginar que, de entonces a la fecha, los profes hayan faltado otro mes y medio más; pero eso es la parte de la presión sindical. Lo más grave del asunto es que el sistema educativo nacional los induce y les permite la barbarie de la mala calidad de la educación pública. El jueves, en el periódico Milenio, Héctor Aguilar Camín decía que, en el Distrito Federal, los profes trabajan 4 y media horas diarias, mientras que en las escuelas privadas los niños reciben 6 horas de clases diarias. (Milenio, 28/05/2009)
En Oaxaca es peor. Aquí, los profesores tienen un contrato oficial de 20 horas semana-mes. Legalmente deben trabajar 20 horas durante 5 días a la semana, es decir, ¡4 horas diarias! Por esa cantidad se le paga, a un recién egresado de la normal casi 9 mil pesos, mientras que un profesor, con el último nivel de la carrera magisterial, percibe poco más de 37 mil pesos. Es decir, el que menos gana recibe 112.5 pesos por hora de trabajo, lo que equivale a casi 8.7 dólares por hora, al tipo de cambio actual. Ahora entiendo por qué ningún profesor se va de mojado a Estados Unidos.
Las escuelas particulares les dan a los niños 6 horas diarias de clases. Si en una escuela oficial, en un mes los niños reciben 80 horas de clases, en una privada reciben 120 horas de clases más. En un año, la diferencia es notable. Las escuelas oficiales les dan 800 horas de clases, mientras que en las privadas reciben 1,200 horas. Si le descontamos los dos y medio meses de ausentismo sindical, los niños de escuelas públicas reciben solamente 600 horas anuales de clases, contra las 1,200 horas que reciben los niños que asisten a escuelas particulares. Los privilegiados que acuden a las escuelas particulares, reciben el doble de tiempo educativo que el millón 106 mil 343 ilusos y desprotegidos que van a las escuelas oaxaqueñas.
Siempre he insistido que los profesores, contrario a su discurso, han logrado establecer una sociedad de clases en Oaxaca: por un lado están los jóvenes que tienen un poco más de conocimientos y capacidades y, por el otro, los analfabetos funcionales, los que reciben un certificado al salir de las escuelas públicas, pero son reprobados en la vida porque no pudieron aprender casi nada en su estancia en las escuelas públicas.
Este esquema se ha repetido en Oaxaca, durante casi treinta años. Los resultados ya los tenemos a la vista. Por eso no es extraño el uso del chantaje y la presión como método para buscar el ingreso en las normales y las universidades públicas. Ésa es la misma razón de la negativa del sindicato magisterial para aceptar los exámenes como método de selección por mejores sueldos o reconocimientos. No les gusta la prueba Enlace, porque les muestra los índices de su inconciencia y el abismo de la ignorancia en que están sumiendo al pueblo de Oaxaca.
El problema también estriba en que los ciudadanos no tenemos armas para defendernos. La Ley General de Educación está plagada buenas intenciones, pero no tiene ningún instrumento para obligar al magisterio a proporcionar educación de calidad. Pablo Latapí dice que es una ley exigible, pero no justiciable (quienes quieran conocer su excelente artículo pueden acudir a http://cid-ffbd977d2a8aa30c.skydrive.live.com/browse.aspx/P%c3%bablico?uc=1 ). Ése es nuestro drama.
No hay ningún oaxaqueño que se oponga a que los profesores ganen bien, pero no he escuchado a nadie defender sus brutales métodos para obtener sus actuales prerrogativas. Pero también, casi no quedan oaxaqueños que defiendan al gobierno estatal, porque han terminado de percatarse que abandonaron su misión de dirigir a la sociedad y darle instrumentos para su defensa. Si el magisterio ha delinquido con premeditación, alevosía y ventaja, los gobiernos estatal y federal son cómplices por omisión.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 1 de junio de 2009.
En diciembre pasado, el presidente de la asociación civil “Educación de Calidad”, Alberto Ayala, denunció que, desde el inicio de clases, los profesores de la Sección 22 se ausentaron de las aulas un total de 33 días. (Tiempo, 04/12/2008) No es difícil de imaginar que, de entonces a la fecha, los profes hayan faltado otro mes y medio más; pero eso es la parte de la presión sindical. Lo más grave del asunto es que el sistema educativo nacional los induce y les permite la barbarie de la mala calidad de la educación pública. El jueves, en el periódico Milenio, Héctor Aguilar Camín decía que, en el Distrito Federal, los profes trabajan 4 y media horas diarias, mientras que en las escuelas privadas los niños reciben 6 horas de clases diarias. (Milenio, 28/05/2009)
En Oaxaca es peor. Aquí, los profesores tienen un contrato oficial de 20 horas semana-mes. Legalmente deben trabajar 20 horas durante 5 días a la semana, es decir, ¡4 horas diarias! Por esa cantidad se le paga, a un recién egresado de la normal casi 9 mil pesos, mientras que un profesor, con el último nivel de la carrera magisterial, percibe poco más de 37 mil pesos. Es decir, el que menos gana recibe 112.5 pesos por hora de trabajo, lo que equivale a casi 8.7 dólares por hora, al tipo de cambio actual. Ahora entiendo por qué ningún profesor se va de mojado a Estados Unidos.
Las escuelas particulares les dan a los niños 6 horas diarias de clases. Si en una escuela oficial, en un mes los niños reciben 80 horas de clases, en una privada reciben 120 horas de clases más. En un año, la diferencia es notable. Las escuelas oficiales les dan 800 horas de clases, mientras que en las privadas reciben 1,200 horas. Si le descontamos los dos y medio meses de ausentismo sindical, los niños de escuelas públicas reciben solamente 600 horas anuales de clases, contra las 1,200 horas que reciben los niños que asisten a escuelas particulares. Los privilegiados que acuden a las escuelas particulares, reciben el doble de tiempo educativo que el millón 106 mil 343 ilusos y desprotegidos que van a las escuelas oaxaqueñas.
Siempre he insistido que los profesores, contrario a su discurso, han logrado establecer una sociedad de clases en Oaxaca: por un lado están los jóvenes que tienen un poco más de conocimientos y capacidades y, por el otro, los analfabetos funcionales, los que reciben un certificado al salir de las escuelas públicas, pero son reprobados en la vida porque no pudieron aprender casi nada en su estancia en las escuelas públicas.
Este esquema se ha repetido en Oaxaca, durante casi treinta años. Los resultados ya los tenemos a la vista. Por eso no es extraño el uso del chantaje y la presión como método para buscar el ingreso en las normales y las universidades públicas. Ésa es la misma razón de la negativa del sindicato magisterial para aceptar los exámenes como método de selección por mejores sueldos o reconocimientos. No les gusta la prueba Enlace, porque les muestra los índices de su inconciencia y el abismo de la ignorancia en que están sumiendo al pueblo de Oaxaca.
El problema también estriba en que los ciudadanos no tenemos armas para defendernos. La Ley General de Educación está plagada buenas intenciones, pero no tiene ningún instrumento para obligar al magisterio a proporcionar educación de calidad. Pablo Latapí dice que es una ley exigible, pero no justiciable (quienes quieran conocer su excelente artículo pueden acudir a http://cid-ffbd977d2a8aa30c.skydrive.live.com/browse.aspx/P%c3%bablico?uc=1 ). Ése es nuestro drama.
No hay ningún oaxaqueño que se oponga a que los profesores ganen bien, pero no he escuchado a nadie defender sus brutales métodos para obtener sus actuales prerrogativas. Pero también, casi no quedan oaxaqueños que defiendan al gobierno estatal, porque han terminado de percatarse que abandonaron su misión de dirigir a la sociedad y darle instrumentos para su defensa. Si el magisterio ha delinquido con premeditación, alevosía y ventaja, los gobiernos estatal y federal son cómplices por omisión.