FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 22 de junio de 2009.
Oaxaca está saliendo de uno más de los conflictos magisteriales a los que estamos tan acostumbrados. Cierto que generaron muchas inconformidades, pero también es evidente la falta de visión estratégica de este liderazgo magisterial. Para los vividores del desorden político, el problema estriba en que, en esta ocasión, la fiesta de la guelaguetza está precedida por el momento de la elección federal del 5 de julio. Ni al gobierno federal, ni al gobierno estatal, le conviene que el asunto magisterial se alargue o se agudice en esa fecha.
Todas las negociaciones y los avances alcanzados hasta ahora, han sido con la mirada puesta en alcanzar el objetivo de tener un tranquilo proceso electoral para legitimar las elecciones. Eso lo sabían los dirigentes sindicales y todas sus baterías estuvieron enfocadas en alcanzar la mayor cantidad de recursos posibles, para sus llamadas demandas sociales. Todo lo demás fue parte de la parafernalia publicitaria, que los dirigentes necesitan esgrimir para justificar sus cargos y responsabilidades, demostrar su capacidad de movilización y mantener al gobierno estatal en el centro de la atención mediática nacional, caracterizándolo como un gobierno medroso e incapaz. A decir verdad, lograron todos sus objetivos.
El único problema de la dirigencia magisterial fue la imprevisible explosión de la camioneta de los fuegos pirotécnicos. Ese inesperado acto manchó de sangre su tan esperado tercer aniversario del fallido desalojo del plantón magisterial en el zócalo capitalino. Para su desgracia, no tuvieron a un mártir, sino solo fue la demostración palpable de su desorganización y su pequeñez como líderes de masas.
El hecho demostró también otras dos cuestiones. Primero, la incapacidad del área de comunicación social del gobierno estatal para deslindar rápidamente a las autoridades de un hecho que evidentemente no había sido provocado por ninguna instancia gubernamental. La indecisión y la falta de controles administrativos en esa área gubernamental les impidió actuar con la rapidez y la contundencia que un acto como éste exige, para impedir que la suspicacia y las dudas comenzaran a llenar los espacios mediáticos de los diarios y las televisoras con sede en el Distrito Federal.
En segundo lugar, también nos demostró la paranoia en la que viven los líderes magisteriales. El accidente fue generado por su irresponsabilidad y falta de previsión para manejar explosivos. Eso era evidente desde un principio, sin embargo, casi de inmediato, el liderazgo magisterial sembró la duda sobre la participación del gobierno estatal en el lamentable suceso, dando pie para que los medios impresos y televisivos, tan interesados en denostar al gobierno estatal, tomarán el cabo y generarán la idea de la mano gubernamental en la irresponsable e inesperada explosión, con su secuela de muerte y heridos.
Por otra parte, es evidente la presencia de un sector incontrolado y radicalizado, no en el aspecto ideológico, sino en la cuestión práctica, que se le está escapando de las manos al liderazgo magisterial, para entrar en las peligrosas sendas de los provocadores utilizados por los grupos periféricos de la guerrilla, pero también por los intereses económicos de los grupos de presión, tanto comerciales como políticos, que negocian en cuestiones tan minúsculas como los puestos del comercio informal o las dádivas extraoficiales de la Secretaría General de Gobierno. El “Alebrije” y su pequeño grupo de acelerados se están convirtiendo rápidamente en un factor de desgaste para el movimiento magisterial y en el foco que puede generar la fractura institucional con el gobierno federal. Ése es un riesgo que también le ha bajado presión a las movilizaciones magisteriales de este año.
Lo que sigue, de ahora en adelante, serán solamente las negociaciones por meras cuestiones pragmáticas de dádivas y concesiones entre el gobierno estatal y el magisterio. Tiene razón el gobernador Ulises Ruiz Ortiz. Este asunto ya está cocinado. En la práctica, Santiago Chepi demostró que es más afecto a los “chelines”, que a la revolución socialista proclamada ingenuamente en el 2006.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 22 de junio de 2009.
Oaxaca está saliendo de uno más de los conflictos magisteriales a los que estamos tan acostumbrados. Cierto que generaron muchas inconformidades, pero también es evidente la falta de visión estratégica de este liderazgo magisterial. Para los vividores del desorden político, el problema estriba en que, en esta ocasión, la fiesta de la guelaguetza está precedida por el momento de la elección federal del 5 de julio. Ni al gobierno federal, ni al gobierno estatal, le conviene que el asunto magisterial se alargue o se agudice en esa fecha.
Todas las negociaciones y los avances alcanzados hasta ahora, han sido con la mirada puesta en alcanzar el objetivo de tener un tranquilo proceso electoral para legitimar las elecciones. Eso lo sabían los dirigentes sindicales y todas sus baterías estuvieron enfocadas en alcanzar la mayor cantidad de recursos posibles, para sus llamadas demandas sociales. Todo lo demás fue parte de la parafernalia publicitaria, que los dirigentes necesitan esgrimir para justificar sus cargos y responsabilidades, demostrar su capacidad de movilización y mantener al gobierno estatal en el centro de la atención mediática nacional, caracterizándolo como un gobierno medroso e incapaz. A decir verdad, lograron todos sus objetivos.
El único problema de la dirigencia magisterial fue la imprevisible explosión de la camioneta de los fuegos pirotécnicos. Ese inesperado acto manchó de sangre su tan esperado tercer aniversario del fallido desalojo del plantón magisterial en el zócalo capitalino. Para su desgracia, no tuvieron a un mártir, sino solo fue la demostración palpable de su desorganización y su pequeñez como líderes de masas.
El hecho demostró también otras dos cuestiones. Primero, la incapacidad del área de comunicación social del gobierno estatal para deslindar rápidamente a las autoridades de un hecho que evidentemente no había sido provocado por ninguna instancia gubernamental. La indecisión y la falta de controles administrativos en esa área gubernamental les impidió actuar con la rapidez y la contundencia que un acto como éste exige, para impedir que la suspicacia y las dudas comenzaran a llenar los espacios mediáticos de los diarios y las televisoras con sede en el Distrito Federal.
En segundo lugar, también nos demostró la paranoia en la que viven los líderes magisteriales. El accidente fue generado por su irresponsabilidad y falta de previsión para manejar explosivos. Eso era evidente desde un principio, sin embargo, casi de inmediato, el liderazgo magisterial sembró la duda sobre la participación del gobierno estatal en el lamentable suceso, dando pie para que los medios impresos y televisivos, tan interesados en denostar al gobierno estatal, tomarán el cabo y generarán la idea de la mano gubernamental en la irresponsable e inesperada explosión, con su secuela de muerte y heridos.
Por otra parte, es evidente la presencia de un sector incontrolado y radicalizado, no en el aspecto ideológico, sino en la cuestión práctica, que se le está escapando de las manos al liderazgo magisterial, para entrar en las peligrosas sendas de los provocadores utilizados por los grupos periféricos de la guerrilla, pero también por los intereses económicos de los grupos de presión, tanto comerciales como políticos, que negocian en cuestiones tan minúsculas como los puestos del comercio informal o las dádivas extraoficiales de la Secretaría General de Gobierno. El “Alebrije” y su pequeño grupo de acelerados se están convirtiendo rápidamente en un factor de desgaste para el movimiento magisterial y en el foco que puede generar la fractura institucional con el gobierno federal. Ése es un riesgo que también le ha bajado presión a las movilizaciones magisteriales de este año.
Lo que sigue, de ahora en adelante, serán solamente las negociaciones por meras cuestiones pragmáticas de dádivas y concesiones entre el gobierno estatal y el magisterio. Tiene razón el gobernador Ulises Ruiz Ortiz. Este asunto ya está cocinado. En la práctica, Santiago Chepi demostró que es más afecto a los “chelines”, que a la revolución socialista proclamada ingenuamente en el 2006.