FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 29 de junio de 2009.
En unos días más, concluirá la campaña electoral federal con los resultados más anticipados en los últimos años: una cómoda mayoría priista y, en su alianza con el PVEM, mayoría absoluta. En la entidad, el partidazo barrera a la oposición y mantendrá el carro completo: sus 11 candidatos irán a levantar la mano en la sede de San Lázaro y se les agregarán dos plurinominales más, su presidente estatal, Jorge Franco y Narcedalia Ramírez Pineda. De último momento, “rayando el caballo” y solo para renunciar en los primeros días, podría llegar la secretaria general estatal; el verdadero candidato es Miguel Ángel Ortega Habib, un arquitecto metido a fuerzas como contador del estado.
Siempre he insistido que estos resultados adelantados no implican necesariamente que el PRI gane, sino solo la derrota de sus opositores. En realidad, al menos en el estado de Oaxaca, el PRI no existe como partido político. Como en las viejas épocas, sigue siendo la Secretaría de Acción Electoral de la estructura gubernamental. Su fuerza radica en la estructura clientelar del gobierno estatal y en la inercia ideológica de la población campesina, aquella que vive aún en las zonas rurales y la que se traslada recientemente a las colonias populares de la ciudades. Esto implica que, mientras el gobierno estatal siga siendo priista, el PRI seguirá siendo el partido mayoritario en la entidad. Para lograr su derrota, se requerirá una mayúscula fractura en su interior –como la que le anunció Murat al presidente Zedillo, si no alcanzaba la candidatura en 1998- o, de plano, la abierta traición del gobernante en turno –como la que le propinó Zedillo al PRI nacional en 2000.
En el estado, el PRI no gana, la oposición lo deja ganar. El “caballo de hacienda” priista se basa en la ruptura y el conflicto entre las tribus perredistas. Lo mismo entre Lenin López y Amador Jara, que de ellos con Salomón Jara, o de todos contra los Arce-Círigo y contra todas las demás cabezas locales de grupos. El PRD oaxaqueño no es un partido, sino una confederación de intereses que luchan por sus intereses particulares, incluyendo a sus familiares, “novias” y amigos.
La derrota también se basa en la ineptitud, la ignorancia y el abandono de los panistas. Especialmente de aquellos que cobran suculentos sueldos en las delegaciones federales y no se aplican para mejorar la suerte de su partido. En el estado, tampoco el PAN existe como partido político. Hay, sí, un agregado de intereses individuales que buscan empleos federales y otro agregado que busca cargos políticos en la estructura política estatal, pero ninguno de ellos hace algo por el PAN. Quienes lo podrían hacer, porque cuentan con recursos y personal suficiente son los delegados federales, desgraciadamente, para el PAN, parece que los escogen por sus pocas luces intelectuales y su escasa audacia personal.
Ninguno de los delegados federales ha encontrado el hilo conductor que vincule recursos federales a pasto, con la integración de redes partidistas; ni han podido convertir apoyos económicos en votos seguros a boca de urna electoral. La razón es clara: para lograrlo hace falta inteligencia y dedicación política. Pero, cuál de estas dos cualidades tiene, por ejemplo, Edgar Guzmán Corral, delegado de la Sagarpa, quien está dedicado a sus negocios personales y a la vida alegre de funcionario público federal, antes que pensar en un fantasmagórico triunfo partidista. Ni que decir de Uberto Aldaz, el delegado de Sedesol que ha dejado en manos de sus subordinados la operatividad de su dependencia y él vive en el iluso sueño de una futura candidatura al gobierno estatal, cuando otro serrano –apadrinado por Diódoro Carrasco- le está ganando la delantera. De los demás delegados ni qué decir: con trabajo los conocen sus secretarias, ¿cómo pedir que los conozcan los posibles votantes oaxaqueños? Ése es el drama panista oaxaqueño. Tienen lana, pero no tienen operadores. Ahí está la razón de su derrota anticipada.
Por eso insisto en que no gana el PRI, sino pierde la oposición. Pareciera lo mismo, pero no es igual. Esta pequeña diferencia tiene mucha importancia para el futuro mediato.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 29 de junio de 2009.
En unos días más, concluirá la campaña electoral federal con los resultados más anticipados en los últimos años: una cómoda mayoría priista y, en su alianza con el PVEM, mayoría absoluta. En la entidad, el partidazo barrera a la oposición y mantendrá el carro completo: sus 11 candidatos irán a levantar la mano en la sede de San Lázaro y se les agregarán dos plurinominales más, su presidente estatal, Jorge Franco y Narcedalia Ramírez Pineda. De último momento, “rayando el caballo” y solo para renunciar en los primeros días, podría llegar la secretaria general estatal; el verdadero candidato es Miguel Ángel Ortega Habib, un arquitecto metido a fuerzas como contador del estado.
Siempre he insistido que estos resultados adelantados no implican necesariamente que el PRI gane, sino solo la derrota de sus opositores. En realidad, al menos en el estado de Oaxaca, el PRI no existe como partido político. Como en las viejas épocas, sigue siendo la Secretaría de Acción Electoral de la estructura gubernamental. Su fuerza radica en la estructura clientelar del gobierno estatal y en la inercia ideológica de la población campesina, aquella que vive aún en las zonas rurales y la que se traslada recientemente a las colonias populares de la ciudades. Esto implica que, mientras el gobierno estatal siga siendo priista, el PRI seguirá siendo el partido mayoritario en la entidad. Para lograr su derrota, se requerirá una mayúscula fractura en su interior –como la que le anunció Murat al presidente Zedillo, si no alcanzaba la candidatura en 1998- o, de plano, la abierta traición del gobernante en turno –como la que le propinó Zedillo al PRI nacional en 2000.
En el estado, el PRI no gana, la oposición lo deja ganar. El “caballo de hacienda” priista se basa en la ruptura y el conflicto entre las tribus perredistas. Lo mismo entre Lenin López y Amador Jara, que de ellos con Salomón Jara, o de todos contra los Arce-Círigo y contra todas las demás cabezas locales de grupos. El PRD oaxaqueño no es un partido, sino una confederación de intereses que luchan por sus intereses particulares, incluyendo a sus familiares, “novias” y amigos.
La derrota también se basa en la ineptitud, la ignorancia y el abandono de los panistas. Especialmente de aquellos que cobran suculentos sueldos en las delegaciones federales y no se aplican para mejorar la suerte de su partido. En el estado, tampoco el PAN existe como partido político. Hay, sí, un agregado de intereses individuales que buscan empleos federales y otro agregado que busca cargos políticos en la estructura política estatal, pero ninguno de ellos hace algo por el PAN. Quienes lo podrían hacer, porque cuentan con recursos y personal suficiente son los delegados federales, desgraciadamente, para el PAN, parece que los escogen por sus pocas luces intelectuales y su escasa audacia personal.
Ninguno de los delegados federales ha encontrado el hilo conductor que vincule recursos federales a pasto, con la integración de redes partidistas; ni han podido convertir apoyos económicos en votos seguros a boca de urna electoral. La razón es clara: para lograrlo hace falta inteligencia y dedicación política. Pero, cuál de estas dos cualidades tiene, por ejemplo, Edgar Guzmán Corral, delegado de la Sagarpa, quien está dedicado a sus negocios personales y a la vida alegre de funcionario público federal, antes que pensar en un fantasmagórico triunfo partidista. Ni que decir de Uberto Aldaz, el delegado de Sedesol que ha dejado en manos de sus subordinados la operatividad de su dependencia y él vive en el iluso sueño de una futura candidatura al gobierno estatal, cuando otro serrano –apadrinado por Diódoro Carrasco- le está ganando la delantera. De los demás delegados ni qué decir: con trabajo los conocen sus secretarias, ¿cómo pedir que los conozcan los posibles votantes oaxaqueños? Ése es el drama panista oaxaqueño. Tienen lana, pero no tienen operadores. Ahí está la razón de su derrota anticipada.
Por eso insisto en que no gana el PRI, sino pierde la oposición. Pareciera lo mismo, pero no es igual. Esta pequeña diferencia tiene mucha importancia para el futuro mediato.