FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 5 de junio de 2009.
El Juez Cuarto de lo Penal, Luis Salvador Cordero Colmenares, ratificó el auto de formal prisión a Juan Manuel Martínez Moreno, como responsable del asesinato del camarógrafo estadounidense, Bradley Roland Will. (Tiempo, 3/06/2009) En este juego de espejos, la sección 22 y lo que queda de la APPO, insisten en que el encarcelado es un “chivo expiatorio” y el verdadero culpable es, supuestamente, un policía municipal de Santa Lucía del Camino, priista, claro está. En esta maraña, también está involucrada la Comisión Nacional de Derechos Humanos, cuyo Presidente está decidido a forzar su reconocimiento de independencia política, a partir de los desaguisados procesales presentados como recomendaciones no vinculativas de esa malograda institución.
Entre los dimes y diretes, se han olvido los hechos reales que condujeron a la desatinada ejecución.
El 27 de octubre de 2006, fueron instalados varios retenes appistas en los municipios conurbados. Uno de ellos, en una calle de Santa Lucía del Camino, frente a una casa particular, donde se celebraba una boda. Era una fiesta, como tantas en los fines de semana. El único problema era la barricada que bloqueaba el paso para llegar a la boda. Los familiares de los novios intentaron dialogar con los miembros de la APPO, pero no hubo manera de convencerlos para permitir el libre tránsito. Para ellos, obstaculizar el paso era la consigna revolucionaria. La cerrazón y la tozudez parecía ser el método por excelencia de la mal llamada “Primera Revolución del Siglo 21”: era el símil del bloqueo al Palacio de Invierno de la Rusia zarista.
Irritados por la intromisión, los invitados forzaron el paso. La respuesta de los appistas fue inmediata: piedras, palos, insultos y lanzamiento de cohetes; en la otra parte, respondieron casi con los mismos objetos. En medio de la refriega, algunos de la fiesta comenzaron a solicitar, a sus vecinos, familiares y amigos, el refuerzo, pero también con armas y municiones, porque habían observado a los integrantes de la barricada con armas.
Nadie sabe de qué lado surgieron los primeros balazos. Ni siquiera está claro si la confusión se originó por el tronido de los cohetes, originalmente destinado a la boda y después sirvieron para responder a los de la APPO, pero lo cierto es que, de pronto, se inició el concierto de las balas, en el intento de los appistas por desalojar la casa de la fiesta. En medio del desconcierto y la confusión, donde apareció también la policía municipal de Santa Lucía del Camino, de repente, Brad Will, quien grababa el enfrentamiento, recibió un balazo en el pecho y cayó pesadamente al suelo. Las pesquisas judiciales dicen que quienes lo levantaron, también le asestaron otro balazo, con la misma arma del primero, en un costado.
En realidad, nunca sabremos quién disparó contra Brad Will. En la historia judicial oaxaqueña tendremos a un culpable legalmente procesado, pero también grandes lagunas sobre las causas de su actuar, las que pueden conducir, a la larga, a borrar de la historia su culpabilidad.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 5 de junio de 2009.
El Juez Cuarto de lo Penal, Luis Salvador Cordero Colmenares, ratificó el auto de formal prisión a Juan Manuel Martínez Moreno, como responsable del asesinato del camarógrafo estadounidense, Bradley Roland Will. (Tiempo, 3/06/2009) En este juego de espejos, la sección 22 y lo que queda de la APPO, insisten en que el encarcelado es un “chivo expiatorio” y el verdadero culpable es, supuestamente, un policía municipal de Santa Lucía del Camino, priista, claro está. En esta maraña, también está involucrada la Comisión Nacional de Derechos Humanos, cuyo Presidente está decidido a forzar su reconocimiento de independencia política, a partir de los desaguisados procesales presentados como recomendaciones no vinculativas de esa malograda institución.
Entre los dimes y diretes, se han olvido los hechos reales que condujeron a la desatinada ejecución.
El 27 de octubre de 2006, fueron instalados varios retenes appistas en los municipios conurbados. Uno de ellos, en una calle de Santa Lucía del Camino, frente a una casa particular, donde se celebraba una boda. Era una fiesta, como tantas en los fines de semana. El único problema era la barricada que bloqueaba el paso para llegar a la boda. Los familiares de los novios intentaron dialogar con los miembros de la APPO, pero no hubo manera de convencerlos para permitir el libre tránsito. Para ellos, obstaculizar el paso era la consigna revolucionaria. La cerrazón y la tozudez parecía ser el método por excelencia de la mal llamada “Primera Revolución del Siglo 21”: era el símil del bloqueo al Palacio de Invierno de la Rusia zarista.
Irritados por la intromisión, los invitados forzaron el paso. La respuesta de los appistas fue inmediata: piedras, palos, insultos y lanzamiento de cohetes; en la otra parte, respondieron casi con los mismos objetos. En medio de la refriega, algunos de la fiesta comenzaron a solicitar, a sus vecinos, familiares y amigos, el refuerzo, pero también con armas y municiones, porque habían observado a los integrantes de la barricada con armas.
Nadie sabe de qué lado surgieron los primeros balazos. Ni siquiera está claro si la confusión se originó por el tronido de los cohetes, originalmente destinado a la boda y después sirvieron para responder a los de la APPO, pero lo cierto es que, de pronto, se inició el concierto de las balas, en el intento de los appistas por desalojar la casa de la fiesta. En medio del desconcierto y la confusión, donde apareció también la policía municipal de Santa Lucía del Camino, de repente, Brad Will, quien grababa el enfrentamiento, recibió un balazo en el pecho y cayó pesadamente al suelo. Las pesquisas judiciales dicen que quienes lo levantaron, también le asestaron otro balazo, con la misma arma del primero, en un costado.
En realidad, nunca sabremos quién disparó contra Brad Will. En la historia judicial oaxaqueña tendremos a un culpable legalmente procesado, pero también grandes lagunas sobre las causas de su actuar, las que pueden conducir, a la larga, a borrar de la historia su culpabilidad.
Lo cierto es que Brad Will murió en un enfrentamiento estéril. Fue una muerte sin sentido, ocurrida solamente por la sinrazón de un grupo de radicales ensoberbecidos de su fuerza colectiva. Esta pequeña historia pasaría al anonimato de la anécdota pueblerina, si no hubiera afectado a un ciudadano del Imperio y es el más claro ejemplo de cómo la soberbia y la tozudez sólo conducen al desastre, la muerte y la cárcel.