Uno de los grandes problemas oaxaqueños, es que nuestros dirigentes sociales están “hechos al vapor”. Asumieron la política como forma de vida personal y no como medio para servir a la comunidad. En la búsqueda de satisfactores económicos para vivir, los dirigentes se encontraron la Política, ésa que se define como el arte de la conducción de pueblos hacia metas superiores de organización social. Por eso, sus acciones políticas están determinadas por el interés pragmático personal y sus formas de acción están marcadas por el voluntarismo personal. No tienen visión de Estado, sólo aspiraciones futuras personales y a partir de las parcelas, antes políticas, ahora administrativas.
Sin visión de futuro, los dirigentes sociales nunca se preocuparon por su formación personal. En la mayoría de los casos, vincularon la desidia con las luchas estudiantiles y muchos suplieron la dedicación académica con las formas porriles, como método de aprobación escolar. Nunca pensaron en la excelencia académica, como forma de manifestar la rebeldía. Por el contrario, muchos se caracterizaron por el conflicto escolar, como medio para obtener subvenciones económicas, supuestamente para impulsar programas estudiantiles vinculados a actividades sociales. Nunca dieron resultados a las comunidades, pero sí aprendieron la mecánica de la subvención administrativa, como método de financiamiento para la agitación política. Ése fue el camino de la desviación hacia la búsqueda de prebendas personales, disfrazadas con el lenguaje de la lucha social.
Casi sin ninguna formación teórica, salvo la que dan los folletines y los panfletos, los dirigentes sociales caen, casi siempre, en el pragmatismo y el oportunismo. Se guían por el “olfato político” y no por el estudio serio de la coyuntura del momento actual, como alguna vez lo definió Antonio Gramsci. Iban por posiciones políticas, y ahora administrativas, que reditúan en ganancias económicas y no por la suprema pasión de la Política, como forma de transformación social. A estas dirigencias políticas, les vienen a la mano las luchas intestinas por el dinero público, que conduce a las alianzas pragmáticas de partidos, en contraposición a las alianzas históricas para modificar el curso de la historia. Eso hace la gran diferencia entre un Vladimir Ilich Lenin, el revolucionario ruso que planteó la alianza obrero-campesina, con su contraparte mexicana, Jesús Ortega, que aceptó la alianza del PRD con el PAN, sólo para arrebatar el poder al PRI y no como alternativa histórica.
Sin preparación académica, los dirigentes sociales oaxaqueños que hoy se encuentran con el dilema de presentar un título académico para seguir en la administración estatal, se acercan al clavo ardiente de la discusión entre saberes y conocimientos. No comprenden que el primer concepto define las experiencias de vida que capacitan al ser humano para desenvolverse en su entorno natural, mientras, el segundo, se refiere a metodologías, técnicas y procesos basados en una lógica de comprobación por indicadores definidos con antelación. No son visiones excluyentes, pero sí caminos paralelos de adquisición de habilidades para el desempeño en la vida diaria.
La disyuntiva saberes o conocimientos, títulos profesionales o experiencia cotidiana, sólo conduce al laberinto del interés personal o al callejón sin salida del desprecio de la teoría por privilegiar la práctica. Una vieja discusión política que creíamos superada en el siglo pasado.
Sin visión de futuro, los dirigentes sociales nunca se preocuparon por su formación personal. En la mayoría de los casos, vincularon la desidia con las luchas estudiantiles y muchos suplieron la dedicación académica con las formas porriles, como método de aprobación escolar. Nunca pensaron en la excelencia académica, como forma de manifestar la rebeldía. Por el contrario, muchos se caracterizaron por el conflicto escolar, como medio para obtener subvenciones económicas, supuestamente para impulsar programas estudiantiles vinculados a actividades sociales. Nunca dieron resultados a las comunidades, pero sí aprendieron la mecánica de la subvención administrativa, como método de financiamiento para la agitación política. Ése fue el camino de la desviación hacia la búsqueda de prebendas personales, disfrazadas con el lenguaje de la lucha social.
Casi sin ninguna formación teórica, salvo la que dan los folletines y los panfletos, los dirigentes sociales caen, casi siempre, en el pragmatismo y el oportunismo. Se guían por el “olfato político” y no por el estudio serio de la coyuntura del momento actual, como alguna vez lo definió Antonio Gramsci. Iban por posiciones políticas, y ahora administrativas, que reditúan en ganancias económicas y no por la suprema pasión de la Política, como forma de transformación social. A estas dirigencias políticas, les vienen a la mano las luchas intestinas por el dinero público, que conduce a las alianzas pragmáticas de partidos, en contraposición a las alianzas históricas para modificar el curso de la historia. Eso hace la gran diferencia entre un Vladimir Ilich Lenin, el revolucionario ruso que planteó la alianza obrero-campesina, con su contraparte mexicana, Jesús Ortega, que aceptó la alianza del PRD con el PAN, sólo para arrebatar el poder al PRI y no como alternativa histórica.
Sin preparación académica, los dirigentes sociales oaxaqueños que hoy se encuentran con el dilema de presentar un título académico para seguir en la administración estatal, se acercan al clavo ardiente de la discusión entre saberes y conocimientos. No comprenden que el primer concepto define las experiencias de vida que capacitan al ser humano para desenvolverse en su entorno natural, mientras, el segundo, se refiere a metodologías, técnicas y procesos basados en una lógica de comprobación por indicadores definidos con antelación. No son visiones excluyentes, pero sí caminos paralelos de adquisición de habilidades para el desempeño en la vida diaria.
La disyuntiva saberes o conocimientos, títulos profesionales o experiencia cotidiana, sólo conduce al laberinto del interés personal o al callejón sin salida del desprecio de la teoría por privilegiar la práctica. Una vieja discusión política que creíamos superada en el siglo pasado.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 29 de diciembre de 2010.